domingo, 4 de noviembre de 2012

EL PEQUEÑO DICTADOR


Desde que leí el libro de Javier Urra quedé enganchada a éste, son tantos aspectos en los que coincido y que observo cada día en esta sociedad y en mi tarea como docente que he considerado necesario escribir algunos de los fragmentos que aparecen en él y poder ayudar en la medida de lo posible a aquellas familias que están un poco desorientadas con el comportamiento de sus hijos.
            Los padres en general educan correctamente, transmiten buenas pautas educativas, pero cada día nos encontramos con familias que tienen dificultades a la hora de educar a sus hijos y que repercute negativamente en todo el entorno.
Que centremos la atención en un problema cierto como el de los hijos tiranos, no debe confundirnos y hacernos creer que todo es un desastre pero hay que poner solución cuánto antes.
Se define el término “tirano” como la persona que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, y también, simplemente, como el que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario.
Dicho de otra manera, suelen ser “pequeños tiranos” aquellos niños que imponen su propia ley en el hogar. Son niños caprichosos, sin límites, que dan órdenes a los padres, organizan la vida familiar y chantajean a todo aquel que intenta frenarlos.

Quieren ser constantemente el centro de atención, son niños desobedientes, desafiantes, que no aceptan la frustración.

            La dureza emocional crece, la tiranía se consolida si no se le pone límites.

Hay niños muy pequeños que dan puntapiés a los padres, y éstos les dicen “eso no se hace” mientras sonríen. O que tiran al suelo el bocadillo que les han preparado y ellos les compran un bollo.
            Su comportamiento colérico, más allá de la simple pataleta, hace temer que estos niños tengan una adolescencia conflictiva.
            A la penosa situación en que un hijo arremete contra su progenitor se llega, básicamente, entre otros agentes externos por el fracaso educativo, en especial en la transmisión del respeto.
            Las “causas” de la tiranía residen en:
·      Una sociedad permisiva que educa a los niños en sus derechos pero no en sus deberes, donde ha calado de forma equívoca el lema “no poner límites” y “dejar hacer” abortando una correcta maduración. Para “no traumatizarles” se les cede, permite y ofrece de todo aquello que se dice no tuvieron sus padres o abuelos. Hay falta de autoridad.
Es obvio que se ha pasado de una educación de respeto, casi miedo al padre, al profesor, o al policía, a una falta de límites, donde algunos jóvenes quieren imponer su ley de la exigencia.
Igualmente parece existir una crisis de responsabilidad en la sociedad, una falta de compromiso que no sólo ha generado cambios en los niños. En nuestra sociedad hemos pasado de la moral del sacrificio y la renuncia, a que todo se quiere alcanzar sin esfuerzo.

·      Unos medios de comunicación, primordialmente la televisión, en los que es incuestionable que la “cascada” de actos violentos difuminan la gravedad de los hechos.
Hoy en día hay algunos anuncios de juguetes que dejan en la mano del niño la capacidad para decidir “la vida del otro”

·      El gran cambio que se ha producido en la forma de vida. Los niños no viven a su ritmo. Lo bueno parece ser todo cada vez más deprisa. No hay tiempo para escuchar, contar cuentos, o jugar con los hijos; estamos demasiado cansados. Los niños viven con estrés.

·      Una estructura familiar que se ha modificado.

-Las familias tienen uno o dos hijos, a los que no le pueden faltar “las zapatillas de marca o de moda”.
-Se aprecia mucha desestructuración de parejas de adultos y, a veces, en muchas familias en las que ha habido una separación, y que se vuelven a recomponer, se acaba cediendo y consintiendo en muchas situaciones para evitar conflictos.

·      Las diferencias educativas entre:
-Los padres, porque los modelos y referentes son muy distintos de unas a otras. Existen diversos tipos de familias y en unas se aprecia mucha soledad, en otras sobreprotección, niños a los que se le acompaña en todo…
-Los padres y profesores. Normalmente el maestro sí controla a los niños. Lo que los padres no consiguen con los más pequeños los maestros lo solucionan sin problemas: recoger los juguetes, limpiar la mesa… . En ocasiones hay desconfianza en la escuela.

·      Que algunos padres no ejercen su labor. Han dejado en gran medida de inculcar lo que es y lo que debe ser. No tienen criterios educativos, intentan compensar la falta de tiempo y dedicación a los hijos, tratándolos con excesiva permisividad.

Hemos de educar a nuestros hijos desde que nacen, han de ver, captar y sentir afecto, es preciso transmitirles valores. Entendemos esencial formar en la empatía, enseñándoles a ponerse en el lugar del otro, en lo que siente, en lo que piensa.
Educarles en sus derechos y deberes, en la tolerancia, soslayando el lema “dejar hacer”, pero marcando reglas, ejerciendo control y, ocasionalmente, diciendo NO.
Instaurar un modelo ético, utilizando el razonamiento, la capacidad crítica y la explicación de las consecuencias que la propia conducta puede tener para los demás. Acrecentar su capacidad de diferir las gratificaciones, tolerar frustraciones, controlar los impulsos y relacionarse con los otros.

El niño a los 3 años debería tener adjudicadas tareas de escasa importancia, como ayudar a poner la mesa o vaciar la papelera, echar la ropa sucia al cesto,  aunque no ahorren mucho trabajo a los padres. Los rituales familiares, como comer juntos, recoger los platos, tener horas fijas para dormir, etc. Este tipo de hábitos son muy positivos, ya que se traducen en reglas que todos deben cumplir y favorecen la seguridad y confianza en los niños.  La rutina ayuda a la adquisición de hábitos y la carencia de éstos produce un gran desgaste emocional en conflictos y discusiones, tanto para los padres como para los hijos. Igualmente es preciso que desde estos momentos aprenda a autodominarse y a aceptar la frustración. Es frecuente que desencadene una rabieta cuando desea algo y no se le concede.

LAS RABIETAS

Las rabietas suelen ser causadas por algo que frustra al niño, que con ese comportamiento llorón, de gritos, llamativo, busca resolver en su favor. Son una reacción infantil extrema, en la que el niño no es capaz de controlar su ira. Hay que enseñarle a dominarse, a vencer la rabia, a limitar las manifestaciones de disgusto. La reiteración en las rabietas, el aumento en número y virulencia de las mismas, su utilización por parte del niño en situaciones delicadas depende exclusivamente de la respuesta que obtenga de sus padres. El enfado, el disgusto del niño es aceptable, la rabieta no, porque supone un inicial descontrol y una conducta de chantaje que puede derivar en tiranía.
Los padres, ante la primera rabieta, han de responder con calma, pero con absoluta determinación. Han de hablar con el niño, no pegarle, pero ser inflexibles. Explicarle las razones por las que no se satisface su deseo. Bajo ningún concepto, ninguno, ha de permitirse que el niño consiga lo que se propone tras una rabieta; desde pequeñísimo ha de interiorizar que las rabietas no conducen a nada. Ocasionalmente, el ignorarlas puede ser eficaz a largo plazo. Es igual que se produzcan en casa de los abuelos, en un supermercado lleno de gente o en nuestro domicilio cuando somos visitados por los amigos.
Si reforzamos la rabieta proporcionando el objeto deseado, facilitamos que se vuelva a repetir. Si la ignoramos, el comportamiento tenderá a reducirse.

EL FRACASO ESCOLAR

Aunque vuestros hijos aún son pequeños para hablar de fracaso escolar hay que evitar que suceda.
El fracaso escolar responde a esa falta de estímulo, de esfuerzo… se intenta obligar, en lugar de motivar. Hay que incentivar la curiosidad. Educar es trasladar a quien no conoce al mundo del conocimiento.
Hay que estimular y aplaudir las consecuciones, hay que ilusionar y compaginar obligación con gusto por el aprendizaje.
Educar exige constancia, asiduidad, entrega, disgustos y sonrisas compartidas.
Educar es lo más bello, es compartir, ser flexible, tener criterio, es arduo, es preocuparse, pensar, disgustarse, es tiempo y tiempo, es querer, es llorar, es ilusionarse y aplaudir. Es vida, pura vida. Es transmisión.
Educar bien, la tarea más difícil, la más bella. Merece vivir para ella y dedicar a ella la vida.

PARA TERMIMAR si es padre/madre de un “pequeño” dictador doméstico, no espere más, valore la situación, tome decisiones de actuación con estrategias educativas, tratelas con firmeza y confíe en usted mismo. No olvide que esto lleva su tiempo y que para cambiar las cosas del presente y el futuro hace falta optimismo.

                                                                                       ELISA MORENTE CANO         

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