Desde que leí el libro de Javier Urra quedé
enganchada a éste, son tantos aspectos en los que coincido y que observo cada
día en esta sociedad y en mi tarea como docente que he considerado necesario
escribir algunos de los fragmentos que aparecen en él y poder ayudar en la
medida de lo posible a aquellas familias que están un poco desorientadas con el
comportamiento de sus hijos.
Los padres en general educan
correctamente, transmiten buenas pautas educativas, pero cada día nos encontramos
con familias que tienen dificultades a la hora de educar a sus hijos y que
repercute negativamente en todo el entorno.
Que
centremos la atención en un problema cierto como el de los hijos tiranos, no
debe confundirnos y hacernos creer que todo es un desastre pero hay que poner
solución cuánto antes.
Dicho
de otra manera, suelen ser “pequeños
tiranos” aquellos niños que imponen su propia ley en el hogar. Son niños
caprichosos, sin límites, que dan órdenes a los padres, organizan la vida
familiar y chantajean a todo aquel que intenta frenarlos.
Quieren
ser constantemente el centro de atención, son niños desobedientes, desafiantes,
que no aceptan la frustración.
La dureza emocional crece, la
tiranía se consolida si no se le pone límites.
Hay
niños muy pequeños que dan puntapiés a los padres, y éstos les dicen “eso no se
hace” mientras sonríen. O que tiran al suelo el bocadillo que les han preparado
y ellos les compran un bollo.
Su comportamiento colérico, más allá
de la simple pataleta, hace temer que estos niños tengan una adolescencia conflictiva.
A la penosa situación en que un hijo
arremete contra su progenitor se llega, básicamente, entre otros agentes
externos por el fracaso educativo, en especial en la transmisión del respeto.
Las “causas” de la tiranía residen en:
· Una sociedad permisiva que educa a
los niños en sus derechos pero no en sus deberes, donde ha calado de forma
equívoca el lema “no poner límites” y “dejar hacer” abortando una correcta
maduración. Para “no traumatizarles” se les cede, permite y ofrece de todo
aquello que se dice no tuvieron sus padres o abuelos. Hay falta de autoridad.
Es obvio que se ha pasado de una educación de
respeto, casi miedo al padre, al profesor, o al policía, a una falta de
límites, donde algunos jóvenes quieren imponer su ley de la exigencia.
Igualmente parece existir una crisis de
responsabilidad en la sociedad, una falta de compromiso que no sólo ha generado
cambios en los niños. En nuestra sociedad hemos pasado de la moral del
sacrificio y la renuncia, a que todo se quiere alcanzar sin esfuerzo.
· Unos medios de comunicación,
primordialmente la televisión, en los que es incuestionable que la “cascada” de
actos violentos difuminan la gravedad de los hechos.
Hoy en día hay algunos anuncios de juguetes
que dejan en la mano del niño la capacidad para decidir “la vida del otro”
· El gran cambio que se ha producido en la forma de vida. Los niños
no viven a su ritmo. Lo bueno parece ser todo cada vez más deprisa. No hay
tiempo para escuchar, contar cuentos, o jugar con los hijos; estamos demasiado
cansados. Los niños viven con estrés.
· Una estructura familiar que se ha
modificado.
-Las familias tienen uno o dos hijos, a los
que no le pueden faltar “las zapatillas de marca o de moda”.
-Se aprecia mucha desestructuración de
parejas de adultos y, a veces, en muchas familias en las que ha habido una
separación, y que se vuelven a recomponer, se acaba cediendo y consintiendo en
muchas situaciones para evitar conflictos.
· Las diferencias educativas entre:
-Los padres, porque los modelos y referentes
son muy distintos de unas a otras. Existen diversos tipos de familias y en unas
se aprecia mucha soledad, en otras sobreprotección, niños a los que se le
acompaña en todo…
-Los padres y profesores. Normalmente el
maestro sí controla a los niños. Lo que los padres no consiguen con los más
pequeños los maestros lo solucionan sin problemas: recoger los juguetes,
limpiar la mesa… . En ocasiones hay desconfianza en la escuela.
· Que algunos padres no ejercen su labor.
Han dejado en gran medida de inculcar lo que es y lo que debe ser. No tienen
criterios educativos, intentan compensar la falta de tiempo y dedicación a los
hijos, tratándolos con excesiva permisividad.
Hemos de educar a nuestros hijos desde que
nacen, han de ver, captar y sentir afecto, es preciso transmitirles valores.
Entendemos esencial formar en la empatía, enseñándoles a ponerse en el lugar
del otro, en lo que siente, en lo que piensa.
Educarles en sus derechos y deberes, en la
tolerancia, soslayando el lema “dejar hacer”, pero marcando reglas, ejerciendo
control y, ocasionalmente, diciendo NO.
Instaurar un modelo ético, utilizando el
razonamiento, la capacidad crítica y la explicación de las consecuencias que la
propia conducta puede tener para los demás. Acrecentar su capacidad de diferir
las gratificaciones, tolerar frustraciones, controlar los impulsos y
relacionarse con los otros.
El niño a los 3 años debería tener adjudicadas tareas de escasa importancia, como
ayudar a poner la mesa o vaciar la papelera, echar la ropa sucia al cesto, aunque no ahorren mucho trabajo a los padres.
Los rituales familiares, como comer juntos, recoger los platos, tener horas
fijas para dormir, etc. Este tipo de hábitos son muy positivos, ya que se
traducen en reglas que todos deben cumplir y favorecen la seguridad y confianza
en los niños. La rutina ayuda a la
adquisición de hábitos y la carencia de éstos produce un gran desgaste
emocional en conflictos y discusiones, tanto para los padres como para los
hijos. Igualmente es preciso que desde estos momentos aprenda a autodominarse y
a aceptar la frustración. Es frecuente que desencadene una rabieta cuando desea
algo y no se le concede.
LAS RABIETAS
Las rabietas suelen ser causadas por algo que
frustra al niño, que con ese comportamiento llorón, de gritos, llamativo, busca
resolver en su favor. Son una reacción infantil extrema, en la que el niño no
es capaz de controlar su ira. Hay que enseñarle a dominarse, a vencer la rabia,
a limitar las manifestaciones de disgusto. La reiteración en las rabietas, el
aumento en número y virulencia de las mismas, su utilización por parte del niño
en situaciones delicadas depende exclusivamente de la respuesta que obtenga de
sus padres. El enfado, el disgusto del niño es aceptable, la rabieta no, porque
supone un inicial descontrol y una conducta de chantaje que puede derivar en
tiranía.
Los padres, ante la primera rabieta, han de
responder con calma, pero con absoluta determinación. Han de hablar con el
niño, no pegarle, pero ser inflexibles. Explicarle las razones por las que no
se satisface su deseo. Bajo ningún concepto, ninguno, ha de permitirse que el
niño consiga lo que se propone tras una rabieta; desde pequeñísimo ha de
interiorizar que las rabietas no conducen a nada. Ocasionalmente, el ignorarlas
puede ser eficaz a largo plazo. Es igual que se produzcan en casa de los
abuelos, en un supermercado lleno de gente o en nuestro domicilio cuando somos
visitados por los amigos.
Si reforzamos la rabieta proporcionando el
objeto deseado, facilitamos que se vuelva a repetir. Si la ignoramos, el
comportamiento tenderá a reducirse.
EL FRACASO
ESCOLAR
Aunque vuestros hijos aún son pequeños para hablar de fracaso
escolar hay que evitar que suceda.
El fracaso escolar responde a esa falta de
estímulo, de esfuerzo… se intenta obligar, en lugar de motivar. Hay que
incentivar la curiosidad. Educar es trasladar a quien no conoce al mundo del
conocimiento.
Hay que estimular y aplaudir las
consecuciones, hay que ilusionar y compaginar obligación con gusto por el
aprendizaje.
Educar exige
constancia, asiduidad, entrega, disgustos y sonrisas compartidas.
Educar es lo más bello, es compartir, ser
flexible, tener criterio, es arduo, es preocuparse, pensar, disgustarse, es
tiempo y tiempo, es querer, es llorar, es ilusionarse y aplaudir. Es vida, pura
vida. Es transmisión.
Educar bien, la tarea más difícil, la más
bella. Merece vivir para ella y dedicar a ella la vida.
PARA
TERMIMAR
si es padre/madre de un “pequeño” dictador doméstico, no espere más, valore la
situación, tome decisiones de actuación con estrategias educativas, tratelas
con firmeza y confíe en usted mismo. No olvide que esto lleva su tiempo y que
para cambiar las cosas del presente y el futuro hace falta optimismo.
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